A diferencia de las consecuencias en la economía, las implicaciones del TLC para la educación - a simple vista- no parecen tan evidentes. Por esto, se equivocan quienes consideran estas implicaciones como un problema del futuro, es decir, como efectos que aparecerán despues de la firma y ratificación del mismo por parte de los respectivos Congresos. Y se equivocan quienes piensan al mover el bosque tras los árboles y al desconocer que cada una de las reformas y políticas del gobierno de Uribe constituyen, de manera evidente, la adecuación del aparato educativo colombiano a las exigencias del TLC con Estados Unidos.
La educación en el TLC es concebida y tratada con la misma lógica perversa del sector productivo. no hay razón económica valedera para invertir grandes recursos y nuchos esfuerzos en producir en Colombia lo producido en exceso por los Estados Unidos. Bajo esta premisa se nos exige que renunciemos a la producción en agricultura básica que contribuye a la seguridad alimentaria y que nos especielicemos en el cultivo de productos exóticos o exclusivamente tropicales.
Este paradigma de la recolonización económica trasladado al sector educativo significa que, no vale la pena que el pais invierta grandes sumas y esfuerzos para alcanzar un alto desarrollo científico y un sistema educativo de calidad que resuelva estas necesidades, si esa tecnología y desarrollo científico ya lo posee los Estados Unidos y lo pueden proporcionar. En otras palabras, el país requiere de un sistema educativo de pobres, para pobres y que reduzca las condiciones materiales de la pobreza.
Es imperativo entender que las reformas financieras, administrativas, laborales y académicas llevadas a cabo en el sector de la educación por el gobierno actual forman parte de esa política integral exigida en el TLC para el desmonte de la educación pública de calidad y de renuncia, desde la educación, a un verdadero proyecto de desarrollo nacional.
Fuente: Revista #71 Educación y Cultura. FECODE
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